jueves, 14 de diciembre de 2006

Vamos todos!!

¿Cómo se recordará lo del martes?

Por Alfredo Boccia Paz

¿Ocuparán las protestas callejeras del martes un lugar relevante en nuestra memoria colectiva? ¿Ganará ese día –¿qué fecha fue?– algún simbolismo en el futuro? Lo dudo. Fue una jornada que terminó con demasiada tristeza, con demasiada frustración, como para que perdure en el recuerdo. Eso no significa, sin embargo, que la violencia desatada no haya dejado mensajes para
el que quiera entenderlos.

Nada de esto hubiera ocurrido sin toneladas de indignación y rabia acumuladas en silencio y
durante meses. Como la última gota tarda una eternidad en llegar muchos interpretan que esa indolente pasividad no cambiará nunca. Y que, mientras, están autorizados a cometer cualquier abuso. Pero un día la paciencia se colma y el pueblo explota en forma de asustadoras turbas. Es el día en el que ocurre el error de cálculo. Ocurre raramente, pero ocurre. La muerte de Argaña fue eso: un error de cálculo. Quienes lo mandaron ejecutar no imaginaron que las protestas en la plaza alcanzarían dimensiones incontrolables. Eso no estaba en los cálculos de quienes escribieron el libreto del magnicidio.

Los diputados opositores que tienen pensado vender su voto a favor de la reelección de Nicanor están calculando el tamaño del enojo ciudadano. Saben que existirá, pero creen que será efímero. Por eso escribía la semana pasada que la única manera de evitar el soborno era hacerles ver que podrían cometer un error de cálculo. Perdone que me cite: "Que sientan que si lo hacen podrían ser víctimas de un linchamiento social. Ese es, además, el único idioma que entienden los traidores: el miedo".

Lo del martes pasado debe ser anotado en el inventario de estos errores de cálculo. El caso más lacerante de toda la historia jurídica paraguaya llegó a su etapa final en medio de rumores, de desconfianza, de jueces siendo fotografiados en actos sociales cuando debían dictaminar y de la angustia creciente de familiares y víctimas. La desprestigiada Justicia paraguaya enfrentaba una prueba de fuego. Y, pese a todo eso, hubo quienes pensaron que no había mayor riesgo en seguir
haciendo lo de siempre. Enorme error de cálculo.

Luego se mostrarían sorprendidos ante la violencia de los manifestantes. Y cuando la quisieron detener –con más violencia– la ciudad ya era un caos. El mismo que conmovió a un sistema judicial que hasta ahora no sabe cómo reparar la absurda desproporción entre los casi cuatrocientos muertos y las minúsculas penas.

Los que se escandalizan del vandalismo de los "infiltrados" en las protestas nunca dijeron nada del vandalismo jurídico que deja impune por prescripción de la causa a siete de cada diez acusados por corrupción pública. Pero, en el fondo, ¿qué esperaban? ¿Qué la gente creyera resignadamente que el apego puntilloso a la letra de la ley, en contra del sentido común, ocurrió a cambio de nada? ¿Que la gente no pensara en soborno? ¿Qué, en todo caso, no se enojaría tanto?

Para mí, fue un error de cálculo, de cuyas consecuencias hoy están asustados.

No será probablemente una fecha para recordar. Fue un día en el que todos perdimos. Pero, ya lo ve, dejó mensajes claros. Desde el martes pasado, la desvergüenza cuesta un poco más.

Declaración de un "infiltrado"

Por Andrés Colmán Gutiérrez - andres@uhora.com.py

Está bien, lo confieso. He sido descubierto. No me queda más que admitir mi culpabilidad. Para el Gobierno de la República del Paraguay, soy un "infiltrado". Uno más entre cientos o miles de ciudadanos y ciudadanas que el martes pasado sentimos en carne viva toda la indignación ante el grotesco y patético fallo de la Justicia en el caso Ycuá Bolaños, y expresamos de muchas maneras nuestra solidaridad con las víctimas.

Está bien, qué le vamos a hacer. Aparentemente no tenemos escapatoria. Ya lo dijo el propio ministro del Interior y lo repitió el vocero de la Policía, comisario Santiago Velazco. Como diría Les Luthier: ¡Nos descubrieron, al fin nos descubrieron! "Estamos detectando en esta manifestación ya elementos infiltrados, gente que no forma parte del grupo de familiares...", dijo textualmente Rogelio Benítez la tarde del martes en Telefuturo, mientras sus policías respondían con pedradas a los ataques de los jóvenes exaltados, como si no fueran miembros profesionales de una fuerza de seguridad estatal, sino simples pandilleros de barrio.

Y como si sus palabras llegaran a través del túnel del tiempo desde la peor época de la dictadura stronista, el ministro insistió: "No podemos permitir que se perturbe la seguridad interna y el orden público, y menos por elementos contaminados, elementos infiltrados en esta manifestación, que tienen otros objetivos, no precisamente reclamar justicia...".

Sí, lo confieso. Como muchos de los que salieron a la calle, no soy una víctima sobreviviente de la más grande tragedia del Paraguay (fuera de las dos guerras). Tampoco soy familiar de ninguna de las 358 personas que se calcinaron vivas en esa monstruosa ratonera mortal, construida contra todas las reglas de seguridad. Por lo tanto, según el ministro Benítez, no tenía ningún derecho a manifestarme contra la injusticia de la Justicia. "Infiltrado".

Pero... ¿qué pasa si el fuego del Ycuá Bolaños no nos ha calcinado la piel, pero sí la conciencia? ¿Qué pasa si, desde el mismo día del trágico 1-A, nos duele el mismo dolor de quienes perdieron a sus seres queridos, de quienes perdieron no solo partes de su cuerpo, sino también de su alma, en ese infierno atroz que ni Dante hubiera imaginado? ¿Qué pasa si sentimos que en ese templo del dinero en el barrio Trinidad también se ha incinerado una buena parte del mismo corazón del Paraguay?

Sí, claro. Hubo manifestantes desbordados, que apelaron innecesariamente a la violencia y ocasionaron deplorables actos de vandalismo. También hubo oportunistas que aprovecharon el caos para cometer desmanes y saqueos. Deben ser debidamente individualizados y sometidos a la Justicia, al igual que los policías que cometieron abusos durante la represión y se ensañaron golpeando salvajemente a personas indefensas.

Pero convengamos en que la responsabilidad más grande es del Gobierno, que no tuvo la mínima capacidad de prever, ni de contener los desbordes, con un eficiente sistema de seguridad. Como es también una grave responsabilidad del Ministerio Público y del Poder Judicial, que pusieron al frente del juicio oral más grande e importante de la historia a fiscales y jueces de patética preparación, incapaces de responder a la altura de las expectativas no solo de la víctimas y familiares, sino de toda una sociedad que sigue clamando justicia, y que hoy tiene la indignada sensación de que, una vez más, triunfa la impunidad.

Así que, mientras el Estado paraguayo siga sin responder a los justos requerimientos del pueblo, no habrá más alternativa que continuar siendo "infiltrados", no solo en el caso Ycuá Bolaños,sino en todos los casos que demanden nuestra más legítima solidaridad, mal que les pese al ministro del Interior y al vocero de la Policía.

lunes, 11 de diciembre de 2006

¡Esto es vandalismo!

Descargá la imagen y pintá!

400 Muertos. Eso no se olvida. No queda impune.


Estimados, todos sabemos lo que pasó en Artigas y Stma Trinidad el domingo 1 de Agosto de 2004. Todos sabemos lo que pasó el martes 5 de Diciembre de 2006. Como ciudadanos, como seres humanos, como seres pensantes no podemos hacer la vista gorda. En nuestro país no pueden seguir pasando las mismas cosas.

Escrachamos la casa del Juez Aguirre, porque no olvidamos las 400 muertes, y porque lo que ocurrió ese día nefasto del 2004 fue DOLOSO!

Escrachamos la casa del Juez Ovelar. Nos juntamos a las 19 hs en el Ykua Botánico (el siniestrado) y de ahi marchamos hasta su casa. La sociedad paraguaya no es ciega, y no volverá a callar nunca. El martes 5 cientos de personas salimos a las calles a manifestarnos contra esa justicia tan manoseada, tan subjetiva, tan de mierda!, no permitamos que nos tilden de vándalos los verdaderos delincuentes de este país.

La idea es que prendamos velas frente a nuestras casas y colguemos un lazo negro. Por que no olvidamos a los 400 muertos, y para que nunca más nuestro pueblo sea pisoteado y humillado por los mismos de siempre.

Nuestra sociedad reacciona. Un café céntrico ya prohibió la entrada, a su local, de los dos jueces! SIGAMOS SU EJEMPLO y CERREMOSLES LAS PUERTAS A LOS ASESINOS Y SUS SECUACES.